Comparsa de cabezudos del Arrabal
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Según recogen algunas crónicas, ya en 1916 eran dos los cabezudos/gigantones que tenía el barrio del Arrabal hasta que llegaron los años 70 y se conformó una comparsa permanente y oficial.
-La comparsa comenzó con 5 cabezudos, Berrugón, Morico, Forana, Baturro y Chulo.
Fueron adquiridos a la empresa Aragonesa de Fiestas el año 1972.
El año 2006, fueron restaurados por unos componentes de la comparsa de San José.
-El año 2007, coincidiendo con el bautizo del cabezudo "Tío Jorge", se incorpora el "Gendarme Francés", perteneciente a la comparsa del barrio Jesús cedido en usufructo.
-El año 2008, debido al deterioro de las figuras, se encarga de su restauración Jesus Daniel. Entonces, el Gendarme Francés, pasó a llamarse "Ferroviario"
-Ya que algunos cabezudos tenían daños irreparables, se sustituyeron las figuras del Berrugón, el Baturro y el Chulo el año 2009 por modelos nuevos y se restauró la comparsa completa.
-El año 2010, se decide cambiar el Morico por un modelo más moderno y cómodo de portear.
-A pesar de estos cambios, el Baturro, Chulo, Morico y Berrugón antiguos aún se conservan en la asociación de vecinos Tío Jorge de forma que hacen la función de "Suplentes" cuando los actuales no se pueden sacar por restauración o mal estado.
"Los gigantes[...] A estos los conocí de niño, les traté, les admiré, les cí, olí y toque; si, les toque también ¡Vaya si les toqué! Eran los míos.
Llegaban lo menos hasta el segundo piso, iban serios y graves; ni se dignaban mirar a los chiquillos que les precedíamos. [...] ¡Qué bailes sus bailes, con qué gravedad danzaban, sin que siquiera se les viera los pies! Pero no, no; que yo se los ví, yo mismo, unos piececitos enanos, chiquirriticos. ¡Qué desencanto!"
Miguel de Unamuno, 1887
"¿Y el cabezudo? ¡Qué fiero nos arremetía! Pero observé (yo siempre he sido observador) que era el cabezudo razonable, y que, como el toro, no azuzándole, se pasaba de largo. Le esperaba yo un día en la acera de mi calle, y según él se acercaba, se acrecentaban los latidos de mi corazón [...] ¡Qué rabia! ¡No se lo que le hubiera hecho...! Ni me tocó [...]
Miguel de Unamuno, 1887